PECADOS CONTRA EL ESPÍRITU SANTO
Estos se pueden enumerar de la siguiente manera:
(1) contristarlo, “30Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención”(Efesios 4:30);
(2) apagar al Espíritu, “19No apaguéis al Espíritu”(1 Tesalonicenses 5:19);
(3) resistir al Espíritu, “51¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros”(Hechos 7:51); (4) intentar comercializar el poder del Espíritu, “19diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. 20Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero”(8:19–20);
(5) burlarse del Espíritu, “4Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, 6y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio”(Hebreos 6:4–6);
(6) afrentar al Espíritu, “29¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?”(Hebreos 10:29);
(7) blasfemar contra el Espíritu, “31Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. 32A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero”(Mateo 12:31–32).

Cuando se examinan los pasajes mencionados, en su contexto, se nota con claridad que las advertencias contra contristar, apagar, burlarse y afrentar están dirigidas a cristianos. Estos pecados representan progresivamente serios grados de apostasía. Contristar al Espíritu es entristecerlo por una conducta inadecuada que deshonra a Cristo, “25Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. 26Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, 27ni deis lugar al diablo. 28El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. 29Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. 30Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. 31Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. 32Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”(Efesios 4:25–32). Además, contristar al Espíritu con insensibilidad indiferente a su amonestación y dirección es privarnos de su poder que tanto necesitamos y que él quiere darnos. Se esfuerza al Espíritu Santo contristado a ocupar un lugar secundario en nuestra vida.

Apagar al Espíritu es extinguir el fuego. El prometido bautismo con el Espíritu incluía “fuego”, “11Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego”(Mateo 3:11); y cuando vino en el Pentecostés, lo acompañaron simbólicas lenguas “como de fuego”, “ 3y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos”(Hechos 2:3). Algunas personas quieren el Espíritu, pero no su fuego, y como consecuencia se enfrían y no tienen poder. Cuando el Espíritu recibe la honra debida, entonces hay intensidad, fervor, emoción, gozo. Tanto las oraciones como la predicación son “ardientes”, animadas, pero no por el fuego del fanatismo.

La burla y la afrenta están relacionadas en significado y en contexto bíblico. Experimentar la ministración del Espíritu que crea conciencia y regenera, y después apartarse, es jugar con la gracia divina y exponerse a la apostasía final, “4Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, 6y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio”(Hebreos 6:4–6). El lenguaje de Hebreos 10:28–29 es aún más fuerte, “28El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. 29¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?”

Retroceder de Cristo a Moisés es insultar “al Espíritu de gracia”, quien fue el Agente en el nacimiento virginal, en el ungimiento y capacitación de Cristo durante su ministerio terrenal, y por medio del cual Cristo “se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios” para nuestra redención, “14¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”(Hebreos 9:14).

Se señala específicamente solo la blasfemia contra el Espíritu Santo como imperdonable. Sin embargo, todos los pecados contra el Espíritu son fatales si se persiste en ellos. Esto es cierto porque, en la economía de la Trinidad, el Espíritu Santo es la Persona con quien la raza humana está en contacto inmediato. Es por medio del Espíritu que podemos tomar conciencia, arrepentimos y creer; es por medio del Espíritu que llegamos al Hijo y al Padre. Alejarnos del Espíritu es alejarnos de Dios.

Algunos afirman que aunque contristemos al Espíritu, el “sello” permanece intacto; el Espíritu nunca abandonaría el corazón en el cual ha hecho residencia. Si así fuera, las advertencias anteriores no tendrían razón de ser. Los pecados contra el Espíritu son pecados, y como cualquier otro pecado resulta en condenación eterna a menos que dejemos de cometerlos y sean perdonados.

Dios les bendiga,

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