Author: gabtorar
•20:29
Eclesiastés 5:4: “Cuando A DIOS haces promesa, no tardes en cumplirla; porque Él no se complace en los insensatos. CUMPLE lo que PROMETES”.
Este es un asunto que debemos reconocer: las palabras muchas veces salen de nuestras bocas ANTES de ser procesadas.
Hemos lamentado haber dicho cosas que no fueron políticamente correctas. Haber dicho cosas sin pensar, sin ponderar las consecuencias que estas produjeron.
La lengua nos ha metido más de alguna en vez en serios problemas que hubiéramos deseado evitar.
Es triste tener que reconocer que el habla es una maravillosa virtud, un tremendo regalo de Dios.
Es un privilegio sobre el cual no tenemos ni la menor injerencia. No hablamos por destreza personal, aunque sí podemos hacer del hablar un verdadero arte.
Nuestras palabras pueden ser fuente de aliento y vivificar o pueden producir desánimo y muerte en aquellos que las oyen.
Esta manía de abrir la boca sin pensar es causal de muchos dolores de cabeza y conflictos con nuestro prójimo y nos puede traer serios problemas con Dios también.
No sólo tenemos la manía de hablar sin medir nuestras palabras, con mucha facilidad prometemos cosas que nunca llegamos a cumplir.
Algunas décadas atrás las palabras significaban algo. “Dar la palabra” a alguien, era más serio y seguro que ir a una notaría.
Es que la palabra tenía valor. Hoy en día, las personas prometemos cosas que ni siquiera estamos pensando cumplir.
Muchos cuando están en proceso de conquista prometen cosas que jamás llegarán a ser porque las prometieron sin la menor intención de cumplirlas.
Eso es lo normal en la vida secular pero ¿debería serlo en la iglesia de Cristo?
Como he dicho en otros escritos las malas costumbres seculares han contaminado las iglesias del Señor.
Las personas que se limitan a simpatizar con Dios y que no han decidido que harán de Él SU Señor han llevado a las iglesias estas prácticas.
Desde luego, eso representa una seria falta de temor a Dios, pero ¿qué se puede pedir a una persona que no está comprometida con Él?
Dios nos advierte que no debemos prometerle cosas que no vamos de cumplir. Ello nos compromete con Él de un modo que Él no nos ha pedido.
Dios puede prometer (y lo hace) porque Él sabe cumplir lo que ha prometido. ¿Cuántos hijos se decepcionan de sus padres porque estos les hacen promesas que jamás se cumplen?
Hacer una promesa es firmar un contrato. Al prometer me amarro, me ligo con aquella persona a la cual he hecho dicha promesa.
Es feo (además de triste) cuando una persona sabiéndolo en su interior, promete algo que sabe que no podrá o que no querrá cumplir.
Por supuesto, pudiera ocurrir que cumplir una promesa escape a nuestras manos.
Ya sea que porque las condiciones de vida cambien o que la salud no lo permita. Uno podría verse impedido de cumplir lo prometido Pero en esos casos, el asunto es más que comprensible.
Yo me refiero a esa mala práctica, tan habitual en nuestros días, de conseguir algo valiéndose de una falsa promesa, lo que equivale a engañar a las personas.
Dios no nos pide que le prometamos nada y tampoco necesita que le juremos cosas, porque más allá de nuestras palabras, Él, como nadie más, es capaz de ver nuestro corazón.
A veces, a modo de reparación de algún error o incumplimiento de nuestra parte, saltamos con alguna promesa extravagante que nos devolverá la credibilidad (¿lo hará?) y hará subir nuevamente en el ranking.
Ello es básicamente una ilusión, ¡¡pero las personas nos ilusionamos con tanta facilidad!!
El problema es cuando intentamos usar esa misma metodología con Dios.
Él desea que recordemos quién es Él y que le tratemos con el debido respeto que merece.
Dios, como ya dije, no nos pide promesas.
Pero si hemos llegado a prometerle algo, nos conviene, CUMPLIR.
¿Qué razón habría en hacer que ÉL se enoje con nosotros por fallarle, por tratar de engañarlo?
Se de personas que cuando están afligidas de salud, por dinero, o por cualquier dificultad familiar o personal, PROMETEN a Dios que harán una y mil cosas, si Él los saca adelante o si les ayuda.
¡Y nuestra memoria es tan frágil!
Basta con que Dios actúe y levante un poco la carga que nos afligía para volver a nuestras andanzas.
¿Y qué hay con lo prometido? Muchos ni siquiera recuerdan que le prometieron algo al Señor.
Se acaba el año y tal vez tú te comprometiste con Dios en hacer algo, en darle algo. La misma biblia dice: “no debías nada a nadie”.
Y eso, por supuesto, lo incluye a Él.
Así mis estimados, lo que sea que le hayamos prometido ¡¡cumplámoslo!!
Nada garantizará de mejor manera que tengas un buen fin de año que el haber aclarado tus cuentas, tus situaciones con el Señor.
Ahh y para la próxima, pensarlo bien antes de ser movido por engañosas emociones y prometer algo A Dios, que, aunque es todo un caballero, nunca olvida las cosas que no hallamos aclarado debidamente con Él

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